Hace unos días mi encantadora novia me vendió su vieja bicicleta. Es una bici de paseo casi sin usar, con cuadro de aluminio, guardabarros, suspensión delantera y trasera, tres platos, siete coronas y cambios Shimano. Hasta luces delantera y trasera tiene, de pilas gordas: la bici tiene casi veinte años. En su momento, fue una magnífica bicicleta de paseo. Todavía lo es; ahí está, en mi salón, totalmente revisada y puesta a punto, como nueva, por el módico precio de 100 euros. Mi encantadora novia me la podía haber regalado, pero no. Business is business. De hecho, me pidió 150 euros.
Estoy muy ilusionado por volver a montar en bicicleta, después de tres años de peatonalización forzosa. Volver a ver el mundo a doce kilómetros por hora, sentir la brisa en la cara, marinero en tierra, soñar con que cada trayecto en bicicleta es un pequeño viaje. Agarrar la maneta izquierda, pasar la pierna por encima de la barra, coger la maneta derecha, apoyar el pie en el pedal derecho, sentarme, dar la primera pedalada, enganchar el pedal izquierdo y pedalear. Pedalear. Pedalear. Sí, me hace mucha ilusión estrenar esta vieja bicicleta.
Así que estos días he estado pensando en la palabra ilusión. Es obvio que tiene dos acepciones: ilusión como espejismo e ilusión como un esperar un trocito de la tarta de la felicidad que el destino nos va repartiendo poco a poco. La primera acepción tiene poco recorrido: es el creer ver un oasis en el desierto, la aparición de la cortesana desnuda a San Antonio Abad, las pareidolias –ese ver caras por todos lados– a las que son tan aficionados Jesús Marchamalo y Óscar Esquivias (véase el n.º 13 de la revista Mirlo). Es un engaño, una burla, cosa del demonio, del hada Morgana. Tiene, pues, una connotación negativa y es el significado exclusivo de la palabra en la mayoría de las lenguas. Como ejemplo, pueden ver el vídeo de la canción ochentera Just an Illusion del grupo Imagination. Échense un bailecito. Esqueletos, silenciosos niños, cabezas de ciervo, fantásticas tías en pelotas... A finales del XIX, este significado burlesco e inquietante todavía predominaba en nuestra literatura: ¿Qué es la vida? Una ilusión, se preguntaba y se contestaba Bécquer.
Pero a mí me interesaba la segunda acepción de la palabra, la ilusión cuyo referente es un momento de felicidad venidera, un sentimiento que nos da energía para empezar un proyecto, para cambiar de vida, para pagar 100 napos a mi encantadora novia por una bicicleta arrumbada en un trastero. ¿Cómo surgió esa nueva acepción en nuestras letras? ¿Pasó del lenguaje oral al escrito, o viceversa? ¿En qué momento del siglo pasado se hizo tan popular que la ONCE lo adoptó como lema para promocionar su cupón: «Es la ilusión de todos los días»? Y, mucho más allá de las cuestiones lingüísticas: ¿Qué relación hay entre la ilusión y la motivación, entre la ilusión y la vida plena? ¿Cómo distinguimos la ilusión de la esperanza, de la utopía, del sueño? ¿Existen las ilusiones colectivas? ¿Y la desilusión, ¡ay!, la desilusión?¿Cómo respondemos a la pregunta de Alejandro Sanz, ¿Qué fue de la ilusión y de lo bello que es vivir?? Otro bailecito. El asunto no era baladí, y no me veía capaz de contestar a estas preguntas en un artículo. Ni siquiera en una sesuda serie de tres o cuatro artículos.
Pero hete aquí que, ayer por la noche, mientras me enteraba de que ya van más de 2000 muertos en el Líbano y que Dani Carvajal gritaba de dolor en el césped del Bernabéu, me aparece en la tablet un librito de Julián Marías titulado Breve tratado de la ilusión. El índice y las primeras páginas están accesibles y son una muestra suficiente para evitarme todo ese trabajo que, por otra parte, no me hacía mucha ilusión. ¿Qué voy a decir yo que no dijera Julián Marías? Yo lo que quiero es volver a coger la bici.
Galaor de Langelot
Disfruta de cada pedalada, sobre todo de la libertad que se siente al subir al sillín. La sensación de volar y de recuperar la felicidad de las primeras veces en la bici de nuestra infancia.
Vale. Intentaremos, como tú, recuperar al gran Julián Marías, veremos qué dice/piensa sobre la ilusión.
Mientras tanto, disfruta de tu vieja/nueva bici: móntate en el sillín del quiasmo e intenta descubrir una nueva estrella.
Por otra parte, considero que "ilusión" es todo, desde abrir la nevera y encontrar cosas en ella (sin recordar con certeza cuándo las compraste) hasta despertar todos los días, sí, como el mar, siempre perplejo, a ver de qué color se pinta hoy la cara el cielo.
Con ilusión espero los artículos de la revista y nunca defraudan.
Alabó la capacidad de comerciante de tu novia..