Ante el grisáceo paso de la historia, la piedra aguanta; soporta el trasiego de la vida y de las vidas, de las muertes extrañas y de lo que dejan: una vista menos, un murmullo que se apaga; un andar lejano y un saludo olvidado. Antiyer las golondrinas volaban solas entre la eterna compañía de sus amigas picazas; hoy las palomas, cual alma viva de los pueblos, observan desde su alto banco a los paseantes de siempre y a aquellos que no volverán a observar.
Las piedras forman peñascos, baches y cuevas. Las cuevas entierran las almas de los que las admiraban y de los que se inspiraron en su natural existencia para formar un pueblo, para crear su nombre, orgullo de su existir.
En las calles del pueblo brotan como setas las saetas de piedra que penetran, humanas, en el alma sensorial de los que moraron en ellas. Flechas de la fe de la vida, del ansia de sonreír, que un día se arrodilló bajo el peso de un fuego vivo, de un fuego inmenso. Hoy las piedras aún se levantan a pesar del tiempo y de la ausencia de almas, pero el equilibrio de las flores, de la naturaleza voladora y de los espíritus humanos, sigue vibrando en el corazón de pino de Covaleda.
NeiRma
Las piedras formaron el esqueleto del pueblo desde sus orígenes. Primero cueva, después cerca, tenada, casa, iglesia. Los pájaros las habitan y las sobrevuelan, observando el curioso trasiego humano, el volar también de las almas. Un hermoso texto que describe el ser de Covaleda con imágenes sugerentes - saetas de piedra, flechas de la fe -, contrastes temporales - ayer, hoy - y espaciales - enterrar, volar -, gradaciones - menos, se apaga, lejano, olvidado - y acertadas metáforas - corazón de pino -. Neirma se aleja de su estilo más vanguardista y nos ofrece una prosa poética sentida y elegante.
Realmente hermoso y emotivo este texto; piedra petrificada la fotografía que lo ilustra, pese a la leve ala de la paloma que parece querer cobrar vida de súbito, levantar el vuelo.
En efecto, las piedras y las cuevas resistieron a aquel terrible incendio que un día asoló el pueblo; no así la terneza de los cuerpos que habitaban las piedras de sus casas.... Algunas almas también sobrevivieron y aún deambulan por las cuevas, buscando alguna sonrisa antigua que quedó petrificada entre las piedras.