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Cenicienta

  • AnRos
  • 28 may
  • 1 Min. de lectura

Ella es bella.


Viste camisón antiguo

Y sonrisa vieja.

Calza zapatitos nuevos

De ajado charol

Con correas de ceniciento cristal.


Sus rizos dorados

Van peinando el viento,

Mientras engarza las trenzas

Con lazos de raso azul.


Desviste, coqueta, su cuerpo

Del camisón raído

Y amanece una piel rosa

Plagada de tatuajes,

De cromos de todos los cuentos de

Hadas

Que leyó cuando era niña,

Que dibujaron en su cuerpo

Las migas de Pulgarcito,

Las gafas de la abuelita,

La casita de chocolate.

Las increíbles botas de un gato,

La varita mágica de un hada buena,

La manzana roja de una bruja mala.

La carroza y la calabaza,

El azul de un príncipe soñado...


Y, ¡Ay!,

El cristal de unos zapatos

Que reposan en su almohada.


Cenicienta
Fuente: Dreamstime

AnRos

1 Comment


Guest
May 30

El poema es complejo, ambivalente. Desprende una profunda melancolía, que contrasta con la reafirmación de la belleza, a pesar de todo, o por todo. Los tatuajes que recorren el cuerpo -el alma - de esta cenicienta son quizás el rastro de las ilusiones rotas. Sueños infantiles tal vez, pero también frustraciones tangibles, como los zapatos de cristal - ¡ay! - que reposan en su almohada. Certeramente, la poeta nos sitúa ante un hermoso desnudo femenino -ut pictura poesis -, ante una posmoderna donna angelicata ajena a la mirada del sorprendido lector. Los zapatos de charol, que fueron de cristal, los rizos dorados con lazos de raso azul, las imágenes que recorren su piel y ese raído camisón que imaginamos e…

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