El padre de Javier Marías, uno de mis escritores preferidos, se llamaba Julián Marías. He descubierto recientemente que era uno de los más importantes discípulos de Ortega y Gasset y de los que mejor le entendieron. Por casualidad, también fue uno de mis primeros ensayistas. A Don José Ortega lo leía con trabajosa constancia y con la certeza de que, como el buen vino, destilaba calidad, profundidad y alma pese a no ser uno gran catador. Me ha costado tiempo y mucho trabajo apreciarlo. Al igual que al buen vino.
He escuchado en un documental de archivo la voz y alguna que otra reflexión de Don Julián. Me quedo con dos. Una me la ha traído mi querida amiga Isa, la otra sencillamente me cautivó.
Decía Marías que la filosofía era una disciplina que tenía que entenderse necesariamente. Toda reflexión filosófica que no la entienda el común de los lectores era mala filosofía. Las ideas han de poder explicarse con palabras sencillas. En caso contrario no son buenas ideas. La filosofía ha de ser útil.
Isa, con su ejemplo, me ha recordado lo que decía el filósofo Don Julián:
Es curioso que la vida más completa, aquella que merece la pena vivirse es aquel tiempo en el que nos desvivimos. Interesante, realmente vivimos cuando nos desvivimos.
INOS
Pues sí, un juego de palabras que, como casi todos, encierra una gran verdad.
Bonito eso de desvivirse para vivir. Disfrutemos de esa filosofía que ha sido pensada y divulgada para que todos la podamos entender, hacernos más "sapiens" y menos tontos.
Gracias a esos sabios (Marías, Ortega....) y gracias a ti, Ninos, por facilitarnos la tarea.