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"El baile", Irène Némirovsky


Fuente: Todos Tus Libros
Fuente: Todos Tus Libros

1.ª  edición: Les Oeuvres Libres, París, 1927.

Ejemplar leído: Editorial Salamandra, colección narrativa, 21.ª edición, marzo 2019, 4.ª reimpresión, julio 2023. Traducción de Gema Moral Bartolomé. 94 páginas.


Irène Némirovsky lleva veinte años en boca de todos aquellos a quienes nos gusta la buena literatura. En 2004 se publicó póstumamente la novela Suite francesa, un relato magistral de la Francia de Vichy y, desde entonces, la fama de esta escritora no deja de crecer. El baile, para aquellos que todavía no la conozcan, es un buen primer paso para adentrarse en su obra.


La señorita Némirovsky escribió esta novela corta en 1923, con apenas veinte años. Nacida en 1903, hija de banqueros rusos, su familia tuvo que huir de Rusia tras el triunfo de la revolución. Se afincaron temporalmente en Finlandia y, definitivamente, en París. Al parecer, su madre no le hacía mucho caso y la dejó al cuidado de una institutriz francesa. Las comodidades materiales de la vida burguesa, la estricta educación de los hijos, la hipocresía imperante y la falta de cariño que marcaron su vida aparecerán reflejadas en esta novela de juventud. Tras la publicación de El baile, se integró en los círculos literarios parisinos y emprendió una fértil carrera literaria. Se casó con otro banquero, Michel Epstein, con quien tuvo dos hijas, Denise y Élisabeth.


La protagonista de El baile, Antoinette, una chica de 14 años, es, sin duda, un alter ego de la autora. El padre de Antoinette, el señor Kampf, Alfred, es un judío converso, antiguo empleado de la Banca Nacional, que ha conseguido una considerable fortuna gracias a sus inversiones bursátiles. Es un nuevo rico. La señora Kampf, Rosine, trabajaba como dactilógrafa en la Banca Nacional; de conducta un tanto distraída, se casó con Alfred y tuvieron una hija, Antoinette, a los pocos meses del enlace. El matrimonio ha vivido durante años –hasta que la fortuna les sonrió– en un piso viejo y pequeño; su nueva situación les permite, por primera vez, dar un baile de sociedad al que invitan a cerca de doscientas personas.


He aquí el planteamiento de esta novelita. El nudo, verdaderamente, pone un nudo en la garganta del lector y el desenlace, trágicamente presentido, desborda las últimas páginas como el torrente incontrolado de una presa que se derrumba. El odio que Antoinette siente por su madre tiene consecuencias imprevisibles. El padre, atento solamente a la buena marcha de sus inversiones, no presiente la tensión que oprime el pecho de su hija. Antoinette se siente ya mujer, envidia a Miss Betty, su institutriz inglesa que ya flirtea con jovencitos, y escucha la llamada de las sombras del Bois de Boulogne. Le importa un bledo las consecuencias de sus actos: solo espera una oportunidad para vengarse de su madre. Y esa oportunidad va a aparecer de la forma más inesperada.


El libro está repleto de sutiles apreciaciones psicológicas de aire simbolista. Tampoco faltan algunas reflexiones de gran agudeza y algunas, esporádicas, referencias literarias. Las creencias tradicionales católicas se despachan de un plumazo –todo es un cuento–, la hipocresía y el qué dirán de la burguesía parisina hacen sonreír al lector y el certero tratamiento de los sentimientos raya en el naturalismo. Las descripciones son descarnadas, crudas, quizás acordes con la infancia de Irène Némirovsky. La mirada de la escritora se detiene en algunos objetos –los jarrones chinos, los canapés, las joyas de Rosine– y situaciones –la elaboración de la lista de invitados, la insoportable clase de piano, los preparativos para el baile, el trato a los criados– que revelan su profundo distanciamiento de los convencionalismos burgueses vigentes en el París de los años veinte.


Finalmente, el relato rezuma un cierto aire de cuento de hadas maquiavélico: Antoinette quiere asistir, como Cenicienta, al baile del príncipe. Y asistirá, vaya si asistirá. El reloj del salón de baile marcará, como en las versiones de Perrault y de los hermanos Grimm, el inexorable paso del tiempo y el fin de la fiesta. También ese reloj marcará el fin de la infancia de Antoinette y su conversión, con toda la carga de falsedad que ello conlleva, en una persona mayor.


Irène Némirovsky, en julio de 1942, en París, será detenida por la Gestapo y enviada al campo de prisioneros de Pithiviers; será deportada a Auschwitz, donde morirá de tifus en agosto de 1942. Su marido emprendió numerosas gestiones para rescatarla: también fue detenido y enviado a Auschwitz, donde será asesinado en la cámara de gas en octubre de 1942. Las dos hijas del matrimonio se esconderán hasta el final de la guerra y conservarán una maleta con los manuscritos inéditos de su madre. Entre ellos, la novela Suite francesa.


D.S. Martin

2 Comments


Guest
Feb 14

¡Qué lástima el olvido!

De Irene Némirowsky, cuya obra leí al completo hace ya bastantes años, me queda el recuerdo de la biografía, de las portadas de los libros a los que, cuando puedo, limpio el polvo. Y, como decía el anterior invitado, el contraste entre un estilo decimonónico, apacible, perfectamente burgués, y el frío mudo en el interior de tan cálido envoltorio. Yo, en cambio, no encuentro paralelismo entre la autora y los novelistas del realismo europeo. Se me hace al revés la cosa: el envoltorio de Flaubert o Tolstoy es más descarnado; sus protagonistas, un poco demasiado dulces. Claro que Ana Karenina y Madamme Bovary pertenecen a mi adolescencia, y a mi acercamiento fortuito -lo que había p…

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Guest
Feb 14

"Bonito" panorama el que nos ofrece tan sucinto libro. No son nuevos ninguno de los sentimientos que habitan en la protagonista de esta "nouvelle"; tampoco las situación social que nos describe, ni las apariencias, ni las mentiras, ni las envidias solapadas, ni la hipocresía, ni el odio ni la sed de venganza que todo ello puede generar en un maltrecho corazón adolescente incomprendido.

No es nuevo, no; sí, tristemente real, amén de perfectamente decimonónico, a la altura de los dolientes personajes ideados por los grandes novelistas rusos de la época (los franceses también aunque de otra manera.)

No he leído el libro, pero me entran ganas de zambullirme en él, para entender otra vez lo tristemente siempre repetido de l…

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