El mar, la mar....
Otra vez el mar sazonando
mi alma
con su espuma blanca.
El mar, la mar,
la mar, el mar,
oleaje ambiguo que viene
y va...
¿Adónde se va la mar
cuando no está?
¿Cómo el color del cielo
sin el espejo del mar?
La mar, el mar:
balada de susurros;
rubia caricia al día,
brea a la noche.
El crepúsculo se extiende largo por el
mundo:
colores imposibles pintan, obscenos,
el mar,
la tierra,
el cielo...
Hay fuego, arena, ámbar, cieno...
Hay muchos, muchos mundos;
hay muchas, muchas tierras;
hay muchos, muchos mares,
pero solo un solo cielo.
Castilla se desmiga en mieses
amarillas
mientras añora
la sal.
AnRos
El conocido verso de Rafael Alberti de su libro Marinero en tierra encabeza este hermoso poema. Alberti, desde Madrid, añora el mar del Puerto de Santa María. Por el contrario, aquí hay algo de ese contemplar sorprendido del hombre, de la mujer, de tierra adentro. Las interrogaciones retóricas expresan preguntas esenciales, casi infantiles; las acertadas imágenes sinestésicas describen la relación del tiempo y el mar; la serie de sustantivos y las anáforas contrastan la complejidad de lo marino, del mundo, frente a la unicidad del cielo. Finalmente, el poema reconecta con los poemas de Alberti: una Castilla de sol y trigo donde se sueña con el mar.