Eso, conocido el percal, ¿qué hacemos con el tiempo que nos ha sido dado en este nuevo tiempo de la gente?
En realidad, la idea de estos tres artículos, que ya empiezan a ser cansinos, surgió tras ver un anuncio de la tele –soy de los últimos televidentes– en la que un treintañero barbudo contaba que había abandonado su aburrido trabajo de oficina porque podía trabajar online desde su furgo sesentera tuneada housing para ver las puestas de sol desde todos los acantilados de España. Parece que se dice «furgo camperizada», pero la idea no es meterte a un camping with all facilities, sino vivir la vida hippie con tu iPhone, tu perro y tu bañador estampado de a media pierna. Es decir, el hipster argumentaba que así podía disponer de su tiempo, y el de su perro, que tenía perro, según su voluntad, como le saliera de las barbas. O del rabo. De su perro. Ya. Tururú.
En fin, más allá de tontunas posmodernas, lo que hace la gente, más bien lo que le pasa, como a todo ser vivo, es aquello que es conforme a su naturaleza: nacer, crecer, reproducirse y morir.
Tras la tierna infancia, se rompe el cristal y aparecemos al otro lado, y tomamos conciencia del ser, y nos queremos convertir en personas únicas, dar sentido a nuestro nombre, y probamos distintas firmas, y odiamos mucho a nuestros padres, y nos creemos anarquistas, colectivistas, líquidos, neofascistas, lobos solitarios, republicanos, tipos duros, simpáticas. Y nadie nos comprende, y nos queremos morir, pero de boquilla. Y después, si somes afortunades, tenemos nuestra primera experiencia sexual –con otre– y no es como en las pelis porno; y elegimos una carrera, –el 50 % que no ha abandonado, o no ha llegado– y al primer año nos cambiamos, o no nos cambiamos si tenemos vocación o condena.
Y luego a ganarnos las alubias y el alquiler, el del local con la panda, hasta los 30 o más, que los sueldos son para llorar y a mi abuela la sacaron de la residencia y vive ahora con nosotros, y tan contenta. Y sabe hacer rosquillas, y un flan bien gordo, y coser un botón. Y si ganamos más pasta, nos compramos cosas: un coche molón, dos pares de gafas Alain Afflelou, un móvil que se dobla, un ático en una urba, una novia, unos viajes al extranjero con las amigas, que somos superaventureras.
Y a los taitantos, nos enamoramos, o no, y tenemos uno o dos churumbeles, que están ahí, al otro lado del cristal, y a los 15 años nos cansamos, y lo dejamos, y cada uno a lo suyo y a la custodia compartida. O seguimos, qué suerte, o qué dirán, o qué caro está el alquiler. O solterita me quedé, para vestir santos, para ligar a desmano, a deshora, para morirme antes, para ser el tío rumboso. Y todos, los Z, los singles, los amarraos y los mediopensionistas, a apuntarse al Netflix, y a ver fútbol, y más fútbol, y al vermú en cuanto se tercia, y a comer, no al Cobo, al Taco Bell, a la Competencia, al Domino´s, a La Fábrica para contarlo, donde sea, que los libros son muy caros. Mejor me compro un cómic, y lo leo con mis gafas Afflelou.
Y a pagar impuestos, y a despotricar del gobierno, y a soñar con el paraíso, con aquello que nos contaron del tiempo libre. Porque nuestro tiempo es ya puritita mercancía, juego de judíos al pie de la cruz, moneda virtual en el metaverso del Capital. Y hay un ojo que todo lo ve, nuestras risas, nuestros llantos y nuestros deseos, y lo convierte en oro. El nuevo rey Midas es el algoritmo, y una ballena blanca tatuada con unos y ceros navega en todos nuestros sueños.
Y al final, si una maldita C no ha acabado contigo, cuando se dan cuenta –sobre todo los ciudadanos ejemplares– de que los otros les han robado el tiempo y se lo han cambiado por unos hijos en el extranjero o en el paro, por un piso en la urba o en el extrarradio, por un crucero todo incluido o una casita en el pueblo con huerto patatero, van, vegetan en una residencia y se mueren. Y los herederos se pelean por los despojos y no se vuelven a hablar durante años.
Alguna gente, poca, se da cuenta a tiempo del truco del almendruco, del juego de trileros de los otros, y consiguen esconder un poco de tiempo en el forro de sus cazadoras de las rebajas, y se paran a mirar las nubes, y suspiran. La mayoría tienen alma de artista, de autónomo o de bandolero. Como Julio Iglesias.
El socio n.º 3
Pues va a ser que sí, colega, que existen los algoritmos, los trucos dsl almendruco, los metaversos incomprensibles, las urbas y los viejos aburridos (¿nuestros padres, quizás?) Lo cotidiano y, por ende, lo real.
Pero hoy, a mí, ahora, no me vengas con esas milongas, que acabo de rozar el cielo de Madrid en un concierto rokero, motero, escalofriante, imposible de concebir desde otra esfera distinta. Y, ¡ay!, el tiempo se ha detenido, ha perdido sus letras y ha olvidado que es otra cosa más allá de un infinito extendido como chicle, no queriendo estrecharse nunca para durar más allá de sus obligados límites.
El tiempo puede ser también solo belleza o, cuando menis, sueño.
Y el vídeo de la entrevista de Jordi Évole a Pepe Mújica del Invitad@#df44 es muy recomendable. El señor Mújica sintetiza con clarividencia y menos ironía -un recurso fácil- el sentido de mis tres últimos artículos.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Os agradezco que dediquéis unos minutos de vuestro preciado tiempo a estas divagaciones, que no pretender sino sumar (los políticos se han quedado en la suma, no les pidas una raíz cuadrada) una piedrecita al hito del Ateneo Burgalés, que espero que se consolide poco a poco en el ya largo camino de nuestra cultura local.
Amén, querido socio número tres.
Y suscribo las palabras del admirador anterior. Pero le hago a usted una jocosa anotación:
se le nota el género, no la generación, y no por la extraordinaria explosión de neologismos de la primera parte, claro está... Ni por las alusiones a los nuevos significantes de vocación no binaria.
Hoy un tal Mora (ni Morad ni Morat, que también existen) ha sacado un disco a las 4:00 de la mañana. Para que luego digan que los jóvenes no madrugan. A última hora, sus fans, que odian con razón que les llamemos la generación de cristal, ya habían escuchado y analizado las canciones. Me han propuesto dos para el análisis morfoerótico festivo. Recuerdo dos versos de…
Estupendo. Me ha resultado un poco complicada la lectura, no acertaba a pillar el tono a pesar del aluvión de comas, pero una vez cogido me ha parecido estupendo. También he dudado en qué lado ubicarme, pero poco... enseguida he recordado que yo establezco grupo propio y que soy el primero de mi estirpe. 🤪🤣🤪🤣. ¡Felicitaciones!