Esos son los ojos que busco,
Los que me miran desde las sombras
Más diáfanas,
Los que me llaman desde los abismos
Más azules,
Desde esa última cima del viejo olmo.
Esos son los ojos, sÃ,
Esos a los que llamo mirada aunque sean
Vidrio,
Esos que, cada noche, fabrican para mÃ
Una lágrima de almÃbar
Que me enseña que mañana es ya,
Que terminó ya el ayer, ese que tanto
Dolió, cuando, todavÃa, ayer será
Y mañana ya se terminó.
Esos ojos de cristal opaco, sÃ,
Esos son mis ojos, los que yo
Envidio,
los que yo
Amo,
Los que yo
Añoro.
Esos ojos que salvan lo salvaje,
Que resisten los fuegos, las riadas,
Los volcanes, los tsunamis:
Impávidos siempre, impertérritos,
Esperando otra llama distinta que los
Funda,
Que no los devuelva a esa otra vida
Antigua
Que tampoco ya recuerdan
Y que a nadie importa ya.
Cuando, por fin, esos ojos de rugoso
Vidrio
Regresen a mi cristalino azul,
Se habrán ya marchitado
Las margaritas.

AnRos
Un esperar desesperado fluye de este poema. El yo busca unos ojos que desaparecieron, que cuando aparezcan será demasiado tarde. Son unos extraños ojos los que busca la poeta: opacos, vidriosos, artificiales; son los ojos de un cyborg, ojos salvajes, sin pasado. Son ojos que miran, quizás, al otro lado del espejo.
Las aliteraciones - especialmente esos ojos, que inicia los versos que encabezan las estrofas y también aparecen en el tÃtulo - y la concatenación de oraciones de relativo dan forma al poema. Sólo la estrofa final (encabezada por una subordinada temporal) rompe esa estructura para anunciarnos que siempre será demasiado tarde. El tiempo de las margaritas es demasiado breve.
Los oxÃmoros -sombras diáfanas, abismos azules, cristal opaco -, las…