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Helado de amor en Soria

Es muy tarde... Las 4:18 de un nuevo día agazapado en el abrazo de la escarcha.

Es Soria. Hace mucho frío. No nieva.

Es la Plaza del Olivo. Hay un banco desvencijado. Sobre él, una pareja se está devorando a besos. El banco no se lamenta, no cruje, no se inmuta. Incluso parece felizmente celestino.


Yo estoy fumando mi penúltimo cigarro antes de sucumbir a la dulce tentación de las suaves y cálidas sábanas de la cama de un hotel.

Miro sin querer, pero miro. La pareja se levanta del banco entre risitas ahogadas. Beso a beso, farola a farola. ¿Cuántas farolas les quedan hasta alcanzar el tálamo deseado? ¿Habrá siquiera tálamo? ¿Tendrá su amor incontenible el premio merecido para su desfogue? Otra farola: otro beso, otra risa de chiquilla pecadora mas feliz. Otra vez se enlazan las manos. Otra vez se juntas las bocas. Otra vez las farolas parpadean al ritmo de las risas tontas. Una mano acaricia un glúteo. Una risa agradece el gesto, esa risa bobalicona que se escapa del amor recién estrenado que no sabe todavía que es amor. La joven hace una graciosa pirueta y cae sin miedo en los brazos del amado...

¿Cuándo será mañana? Y ¿para qué tiene que amanecer mañana, si esta noche ya es eterna, si ya les basta a ellos con que sean siempre las 4:32 a.m. entre bancos helados y farolas viejas que les dibujan, cual arcada nupcial, el camino hacia aquello que supera el ámbito de la felicidad?


Es de noche. Hace mucho frío. No nieva. Ya no veo los labios que se comen ni las manos que se arañan ni las risillas ahogadas que pretenden espantar el frío... Una sutil niebla empieza a descolgarse del cielo... Aún contemplo el viejo banco desgastado iluminado por unas farolas que empiezan a perder brillo...


Un amor deambula por ahí buscando, quizá, un verso de Machado a orillas del Duero que le ponga un marco delicado a su idilio bobo; una rima de Bécquer que le llueva de la noche para inmortalizarlo en una leyenda de misterio con dama verde; un cuarteto de Cántico o de Clamor de un Guillén que siempre defendió que cualquier hora es 'completa' en cualquier reloj, un 'homenaje' a la plenitud del Amor; la dedicatoria jubilosa de un Gerardo Diego que toma apuntes de cuanto ve desde la discreta ventana del casino...: la eternidad regalada de una mañana cómplice que no se atreve a despertar para dejarlos seguir jugando.


AnRos

2 comentarios

2 Comments


Guest
Jan 18

Hermosas imágenes. Un amor deambula por ahí... Una mañana cómplice... Nos devuelven a los amores adolescentes, a las ensoñaciones de la primera juventud, cuando el corazón se desbordaba de ilusiones. Amores ciegos, preñados de lecturas que confirmaban nuestro arrebato. Y también nuestro fracaso. Sí, que no amanezca en la fría noche numantina, que no se apaguen las farolas ni se queden solos los bancos.

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Guest
Jan 17

Gracias por tu artículo, un placer leerlo y releerlo en esta tarde gris y desapacible, en la que seguro que ese Banco sigue ocupado por alguna pareja adolescente, impermeable a la lluvia, insensible al frío.

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