En el libro Orígenes, el astrobiólogo burgalés Carlos Briones nos cuenta que Darwin ya intuyó los mecanismos graduales que llevaron de la materia inorgánica a la aparición de la vida, es decir, Darwin ya imaginó en qué circunstancias se pudo producir el asombroso paso de la química a la biología. En una carta enviada a su amigo el botánico Joseph D. Hooker, Darwin escribe lo siguiente: «Si pudiéramos concebir una pequeña charca de agua templada que contuviera todo tipo de sales de fósforo y amonio, luz, calor, electricidad, etc., en la cual un compuesto proteico se formara químicamente, quedando listo para sufrir cambios aún más complejos [...]». Estas reflexiones privadas fueron el germen de una metáfora que ha sido ampliamente utilizada, desde Oparin, para explicar el posible origen de la vida: la sopa primitiva, unos charcos de agua templada que permitieron la aparición de sistemas proto-biológicos. A partir estos componentes y sistemas iniciales, la evolución, zarandeada entre el azar y la necesidad, daría lugar a la infinidad de especies actuales. Así, los insectos colonizaron la Tierra hace unos 300 millones de años, los primates comenzaron a saltar por las ramas del intrincado arbusto de la evolución hace 70 millones de años.
Todo eso empezó hace unos 3.850 millones de años. Desde ese caldo primigenio, en los 350 millones de años siguientes, se formaron los primeros sistemas celulares, se originó LUCA (Last Universal Common Ancestor) –el antepasado común a todos los seres vivos– y, finalmente, LUCA comenzó a diversificarse. Por lo tanto, hace unos 3.500 millones de años ya estaba en marcha el proceso evolutivo.
El género homo –homo habilis– apareció en África hace unos 2,5 millones de años. Especulo que, al igual que fue necesario un caldo de cultivo primigenio para la aparición de la vida biológica, también tuvo que haber una sopa primitiva mental. O espiritual, o psíquica. Adjetívenla X. Es decir, el proceso de humanización surgiría también a partir de una serie de componentes básicos que, fruto del azar y de la necesidad, fueron formando estructuras más complejas. Supongo que esto ya lo estará investigando la paleoantropología, la arqueopsicología o alguna disciplina cuyo nombre desconozco. En cualquier caso, y siguiendo con la alegoría, podríamos decir que a partir de un ancestro común (que podríamos llamar LUCSA, con la S de Spiritual), aparecerían los hombres-bacteria, los hombres-alga, los hombres-hongo, los hombres-planta y, entre otros muchos, los hombres-animal. Lo interesante de la hipótesis sería descubrir cuáles fueron los componentes básicos que hubo en esa sopa sináptica primitiva y las estructuras y sistemas iniciales que se formaron a partir de ellos. Porque esos componentes y estructuras nos conforman a todos nosotros, y son los que nos hacen supuestamente humanos.
Estas reflexiones me vinieron a la cabeza escuchando atentamente un vídeo con las declaraciones de una judía de origen argentino que había perdido a varios familiares y amigos (algunos fueron asesinados, otros siguen secuestrados) en la matanza de Hamás en el festival de Reim, en Israel, el 7 de octubre de 2023. En internet hay decenas de vídeos con declaraciones similares. Muchas de ellas, como les decía, de argentinos que residían en los kibbutz masacrados por Hamás. Algunos componentes básicos que ya han demostrado los paleontólogos que estaban en la proto-mente del homo habilis o del homo rudolfensis –agarrar, presionar, machacar, manipular, aprovechar la oportunidad, carroñear– asoman en las declaraciones. Según estas mismas declaraciones, puede comprobarse que en los asesinos de Hamás, verdaderos hombres-bestia, la pervivencia de los componentes psíquicos más violentos es aterradora. Pero, sin duda, en las afirmaciones de los supervivientes judeoargentinos también se vislumbran una serie de estructuras más complejas que los convierten a ellos mismos, y a nosotros mismos, en hombres-enjambre, en hombres-rebaño igualmente terroríficos: comunidad, pueblo, alerta, defensa, respuesta, ajdut (unidad).
Si mantenemos la hipótesis de que la psique humana sigue una evolución similar a la evolución biológica, podemos aventurar cuándo aparecieron los primeros ejemplares de una especie que pueda calificarse como verdaderamente humana, los hombres-humanos. Podemos calcular, por una sencilla regla de tres (3.500 millones es a 2,5 millones como 2,5 millones es a x), que los primeros ejemplares de homo humano, a partir de esa sopa mental inicial, aparecieron hace 1785 años. Allá por los inicios del siglo III. Es una especie que, como todas, busca su nicho y compite con el resto de especies de hombres. Son los heterodoxos, los herejes, los descreídos, los malditos, los disidentes, los desertores, los exiliados: los hombres buenos. Esta especie quizá logre sobrevivir e imponerse pero, en estos momentos, no está nada claro.
Por todo esto, supongo, a Mafalda no le gustaba la sopa.
Galaor de Langelot
Muertos (y tetas) hasta en la sopa.
Con la diversificación actual de los medios de comunicación se ha acabado, probablemente, la costumbre española – no sé si única, pero sí cristiana, católica y apostólica- de ver en familia el parte durante las cenas. La palabra parte, si mal no recuerdo, empezó a utilizarse para dar nombre a los documentos que los reyes o gobernadores enviaban en idealizados correos humanos. Desde que se conoce la existencia de vida en la Península, no ha habido más que conflictos y guerras. Los partes de los primeros reyes, sin duda, estaban relacionados, bajo una u otra excusa, con intrigas y negociaciones para apropiarse de ciertos territorios, cambiar unos por otros o mantener a duras…
Qué suerte haber surgido de una rica sopa, exquisito caldo aderezado de sémolas con un poquito de ajo, de pimentón y de perejil. Y a ese apetitoso manjar ¿a quién se le ocurrió la insana idea de añadir el mal😔? Ahí radica el problema: por eso a Mafalda no le gusta la sopa.
Muy interesante el comentario, más allá de mis estúpidas ocurrencias. Gracias.