No es Roma, no; es el ascensor
- AnRos
- 4 jun
- 2 Min. de lectura
1985... No es Roma, no: aquella serie de viejecillas locas, encantadoras y sabias.
No es Roma, no. Es Burgos. Es una pareja que espera un ascensor que obnubile un amor recién creado, incierto también...
Él acompaña a Ella a su casa,
tras una noche loca de amor contenido, rociado de alcohol.
El ascensor se demora (que nunca llegue) mientras se besan y se acarician y se miran sin verse,
borrachos de amor...
No es Roma, no, que es Burgos.
Una calle con nombre épico
(tapias obstruyendo posibles escapadas);
un ascensor que susurra miedo,
un piso arriba, el 5.º, donde unos padres aguardan,
desvelados,
la llegada de la pródiga hija...
No es Roma, no; ni Londres, ni París,
ni Estambul, ni N. Y., ni Lisboa siquiera...
¡Es Burgos!
Nace un amor y se esconde,
porque no puede manifestarse,
porque lo que sienten los 'amantes'
no se puede permitir en público,
ni siquiera en privado...
Tarda el ascensor en bajar a despedir
por fuerza
a los enamorados.
¿Se habrá estropeado? Y qué importa,
si ellos andan ahí en sus cuitas,
ahítos de besos,
mecidos en palabras susurradas,
perdido ya un poco el miedo, ay,
y el juicio también.
Ladra un perro en la calle...
¿Viene alguien?
¿Quién tiene perro en el edificio?
Nadie sabe.
Se hace de nuevo el silencio,
mecido sólo por jadeos revestidos
de pecado...
No suena nada...
Ellos se abandonan al sentimiento
que solo saben sentir
los que saben amar.
Un suspiro estrangulado y un sonido estrepitoso de máquina que despierta
tras un pausado bostezo.
Ruge el ascensor de nuevo,
con ese sonido tan suyo,
falto siempre del engrase necesario,
y de sensibilidad también.
Resuenan "olés" en plazas amarillas
De albero nuevo, teñido de bermellón;
El toro aguarda su momento para embestir.
Una lágrima de sangre cae...
También un relicario y una espada...
¿Habrá corrida?
¿Morirá el toro en la plaza
Antes de poder mugir?
Los amantes huyen, espantados...
Él dice que ya aprenderá a joder
el mecanismo de ese puto ascensor
para siempre.
Ella sonríe, resignada: ¡es su héroe!
Sí él lo desea y lo grita, será;
gran prueba de amor...
Chiquicientos años después, no es Roma:
es Burgos,
y el ascensor sigue repicando
con su insoportable retumbar hostil.

AnRos
La tardanza del ascensor en un portal de los 80 marca el ritmo de un amor que suena a primer amor. Muchos portales fueron testigos de esas primeras escaramuzas en una España todavía llena de prejuicios. Tras el enigmático primer verso, la poeta nos acerca a una ciudad de provincias donde el amor es pecado. El ascensor brama y el amante es toro en plaza nueva; la amante está dispuesta al sacrificio. Así pues, un sentimiento fijado en la memoria, un Burgos desaparecido, el deseo que se desborda más allá de los susurros y de los besos, la entrega demorada, la pasión frustrada. La juventud que se fue, y un ascensor que ruge en la memoria. Aquella ciudad y sus ascensor…
Qué ascensor conduce al cielo si no ruge, si no comporta pecado?