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Ruta por el Pozo Negro

Parto de madrugada como cada vez que inicio una nueva ruta. Me gusta acompañar la salida del sol mientras despierta un nuevo día, sentir el frescor de la noche que se aleja. El silencio me fascina.

Además, los tonos a primera hora de la mañana siempre son más agradables para la fotografía. También hay que ir provistos de material extra y de algunos conocimientos para sacar color en la oscuridad decreciente. El resultado suele ser especial.

El camino en esta ocasión comienza en un refugio en la confluencia de tres valles, cada uno de ellos lleno de rincones inimaginables, pequeños paraísos de cercana naturaleza.

Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo
Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo

Hoy recorreré uno de ellos para mí inédito. El objetivo inicial es llegar a una pequeña laguna glaciar en las altas laderas de esta sierra.

El comienzo es prometedor, la pendiente es poco exigente y el trazado cómodo.

El frío aún hace mella en el rostro. Unas tímidas lágrimas brotan de mis ojos mientras el vaho de la respiración crea en las gafas nubes de ilusión.

La grava crepita bajo los pies con un sonido casi metálico que al poco tiempo se trasforma en mudos pasos amortiguados por una densa alfombra de hojas. Estoy cruzando un pequeño relicto de hayas. El primero de otros que llegarán rodeados de enormes masas de pino albar que cubren las empinadas laderas.

El intenso olor a hongos, tierra mojada en sucesivos chaparrones... y el murmullo del agua que me detiene. El juego de luz y sombras que dibuja el camino es un buen motivo. La mirada escrutadora del fotógrafo se trasforma en intimidad llegando a creer éste que forma parte de la naturaleza que lo rodea.

Respiro profundamente, creo que llegó el momento de sacar la cámara de su cómodo habitáculo. Me tomo algunos segundos para estudiar la escena intentando controlar la precipitación que en otras ocasiones me ha llevado a equivocarme: el enfoque y demás parámetros, composición, luz y color. Las primeras imágenes quedan recogidas en la tarjeta de memoria.

Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo
Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo

Avanzo lentamente. Ese primer contacto con el disparador es una alerta, ahora escucho y miro en cualquier rincón, en cada paso veo un nuevo motivo: unas otoñales hojas agolpadas sobre las rocas, las gotas que se deslizan sobre el helecho y sobre todo los rayos de luz que se filtran innumerables cuando las nubes permiten que el sol las atraviese.

A mi izquierda, un intenso murmullo llama mi atención: el pequeño torrente desciende rabioso entre las rocas generando un seco ronquido en cada salto del agua. Desisto en varias ocasiones, pues la pendiente se me antoja para mí inaccesible. Hubiera ascendido todo el recorrido saltando de orilla en orilla enlazando encuadres y fotografías. Una y otra vez me asomo al precipicio donde reina la oscuridad que forzará el diafragma, la velocidad y la sensibilidad del sensor de la cámara.

Al fin venzo mis temores y a lo largo de la mañana, tres o cuatro veces más. La armonía de la triada de colores naranjas, amarillos y verdes inunda todo el espacio. La seda del agua en las pequeñas cascadas hace el resto.

Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo
Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo

La lluvia que arrecia acelera mis pasos, pero me resisto contemplando cualquier motivo que pudiera aportar algo para una nueva toma.

Sentado en una piedra bajo el paraguas protector de un frondoso árbol contemplo la escena; respiro, escucho y sueño. No sé cuánto tiempo he pasado así, pero seguro que ha compensado con este momento dentro de mí, sin retoques digitales, sin colorantes ni conservantes.

Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo
Fotografía tomada por Juan Carlos Martín Tamayo

Ha llegado el momento de volver. Paso a paso cerca del inicio siendo éste el final de una interesante jornada. Levanto la cabeza por última vez y miro alrededor a través de la lluvia, tratando de captar con más intensidad si cabe la belleza que me rodea.

Un instante después, satisfecho y lleno de esperanza por un trabajo bien hecho, arranco el vehículo y maniobro en la estrechez del camino. Sin pronunciarlo, articulo un «hasta pronto».


Juan Carlos Martín Tamayo

(Instagram: @m.tamayosky)

2 comentarios

2 ความคิดเห็น


Guest
13 ม.ค.

Jo, qué hermoso, cuánta sensibilidad también, qué bien y poéticamente escrito.

Envidio tu experiencia porque yo nunca seré capaz de practicarla. Gracias por regalármela tú, amigo Juancar💝.

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Guest
13 ม.ค.

Una preciosa e intensa descripción de una jornada de fotografía, como si de una jornada de caza se tratase. La mirada recorre expectante el paisaje y las piernas y el corazón se acompasan, hasta que el hombre que mira se olvida de su máquina y se siente atrapado por el esplendor de la naturaleza que lo rodea. Las magníficas fotografías refrendan la verdad del relato.

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