Lo cierto es que iba a escribir, tras colocar pensativamente al angelito encima del portal de Belén, un artículo sobre los ángeles. Ya había empezado mi labor de documentación: mucha Wikipedia, indagaciones bíblicas –siempre hay que acudir a las fuentes primarias–, escéptica audición de algún podcast de acento hispano, erudita consulta etimológica en los tomos del Corominas, cofres en la playa de un amor naufragado. Además de ilustrarme, había empezado a reflexionar sobre el asunto de los ángeles, particularmente sobre el ángel de la guarda. Cuando piensas mucho en él sientes que alguien te está mirando por encima del hombro, y te sientes culpable por haber tenido tan abandonado a ese guardaespaldas invisible.
De todas esas cavilaciones había tomado notas en mi cuaderno, en mi agenda negra de alto ejecutivo que me regaló un tío hace muchos años. Un cuñado de mi madre, quiero decir. Entre esos apuntes destaca que los ángeles son discretos, como todo lo excelso, como la agenda de trabajo en la que tomo notas, en la que no aparece la marca por ningún sitio; y, además he anotado que, cuando somos niños, podemos ver los colores de la gente –luego el raciocinio nos arranca ese don– y que el verde es el color de los seres angélicos.
Pero el caso es que el martes pasado, cuando ya el artículo sobre los ángeles se estaba cociendo, se murió mi tío. Bueno, se me murió ese tío, el de la agenda. Ese tío era ahora un tío rico, nonagenario, al que no había visto desde hacía años. Ni siquiera le había llamado por teléfono.
Mi tío el de la agenda salió de su pueblo sin nada, se fue a Madrid y acumuló una fortuna notable. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto porque era muy celoso de su dinero. La cuestión del caso es que no tenían hijos. Esa es la cuestión. Ya saben. Soy su sobrino, es más, su ahijado; la herencia, ese es el quid: la caja de pandora de las familias, el filón de los bufetes, la kriptonita del alma humana. Hasta yo, espíritu candoroso y desprendido –a pesar de lo que dice mi encantadora novia, que me acusa de rácano–, me puse a soñar con esos millones, como si mi tío fuese el tío Gilito, reposando ya entre sus montañas de billetes verdes. Así que me olvidé del artículo sobre los ángeles. O no.
El miércoles acudimos al funeral, que se celebró en el pueblo de mi tía, su mujer, un pueblo diminuto de Castilla, lejos de cualquier sitio. No salió el sol en toda la mañana. En la iglesia hacía frío. Tío, si no me he acordado de ti todos estos años no ha sido por malquerencia, sino por discreción, que tú siempre estabas muy ocupado en tu despacho, con tus cosas. Desde que te jubilaste, desde aquel año que me regalaste tu agenda porque ya no la ibas a usar, te he tenido en mis pensamientos. Fíjate si es así, que no he estrenado esa agenda hasta el año pasado, cuando me jubilaron a mí. En realidad todos estos años he estado ahí, pendiente de ti. Y no te preocupes por la tía: los sobrinos la vamos a ir a ver a la residencia siempre que podamos. El cura, de acento del este, gesticulaba tratando de llenar sus palabras vacías: no conocía al difunto.
Al terminar la misa, uno de mis hermanos cogió la cruz procesional y caminó delante del coche fúnebre hasta el cementerio nuevo, situado en una loma desnuda, a medio kilómetro del pueblo. Es un camposanto desangelado: las paredes, de bloque sin enfoscar; el suelo, de gravilla sin apisonar; tras pasar los portones de forja, una caseta a medio construir, una carretilla oxidada y un montón de ladrillos viejos daban la bienvenida al cortejo. Dos filas de tumbas nuevas –todas, menos una, de mármol gris–se acumulan al fondo, como resguardándose del viento. Los familiares por parte de mi tío se agrupaban como buitres en torno a sus dos hermanos vivos. No están en su pueblo, se sienten en tierra extraña. Nosotros conversamos tranquilos; en el fondo, sonreímos como hienas. Ángel de la guarda, dulce compañía...
Ya sé de qué marca es mi agenda. En letra minúscula, en la página encabezada con Personal Data, pone myMoleskine account. No tengo account. Ni company name, ni job title, ni work mobile, ni inspirational quote. Paso página. Ni personal goals, ni group goals. Paso otra página. Ni project planning. Paso página. Time zones: -7:00 Denver; +11 Vanautu Islands. No sé ni dónde están. +ꚙ Eternidad. Otra página: Measures & Conversions: 12 inches = 1 foot. ¿Cuántos inches de profundidad tendría el hoyo? International Sizes: ¿usaría la S, o la XS? Dicen que estaba en los huesos. USA 14 ½ , Italia, moda italiana siempre, 37. Nueva página. Travel planning: iba todos los domingos a misa. Paso página: My inspiring journeys. Es cosa sabida: no es dónde se vaya, sino con quién. Lo dice un anuncio de la tele. Última página antes de mis cientos de anotaciones: Dialling codes: • 81 Japón; 676 Tonga. ¿Cuál será el dialling code para llamar a mi tío...?
Galaor de Langelot
Fíjese que siempre que veo una Moleskine pienso en regalásela. He desistido varias veces, porque vienen celosamente selladas y no se puede ni acercar la nariz a ver si de sus páginas puede aspirarse alguna musa. Deduje lo que era, tras leer en varios libros "metaliterarios" que todo escritor que se precie ha de tener la suya a mano. Cuando vi la primera en los estantes de una librería, me quedé muda. Tan decepcionada como cuando tomé la comunión: de imaginarme sobre los ángeles a palpar mis vestidos de marinera en tierra. Quizá porque no estaba permitido abrirla.
Los tíos millonarios que no tengo convierten cuadernos en molekines, relojes en rolex y, paradójicamente, sobrinos en herederos... Afortunadamente, tengo una hij…
Tú tío tuvo suerte por tenerte de sobrino (él nunca lo supo, ni tú tampoco); existen esos tíos "Sam" amables e ignorados; también sobrinos cual hienas babeantes...
No me planteo que tu seas un sobrino de esa calaña, pero, reconocerás que no fuiste para tu tío, precisamente, un ángel de la guarda ("no me dejes solo ni de noche ni de día..."). Pero bueno, si te cae algo, mejor: nos vas contando, que este tipo de cuitas entusiasma al envidioso y maldeseante, y todos lo somos un poco.
Por lo demás, Ángeles hay muchos, y de muy diversa condición (también Arcángeles y Tronos y Dominaciones...) . Se tienen todos muy bien repartidos sus cometidos en el cielo y en la…