Madre, ya no veo mi rostro, ni la mano izquierda, madre, que me apagó ya su luz y su movimiento mi madrastra Hacedora mala... Poco a poco me está robando mi ser, mi vida pobre, incauta y mutilada... Madre, debo hacerme fuerte, responder, aunque ello me conduzca irremediablemente a la desaparición.
¡Madre! ¿Lo hacemos? ¿Nos vamos? ¿No te importa morir entre las garras de tu sosias? ¿No te importa devenir aire como yo, que nunca fui otra cosa, aunque jamás expulsé un pedo? ¿No te importa, madre, devenir nada, ser nadie, no haber sido nuncajamás? ¿Me permites, madre, un beso traicionero, ser por una vez Judas sin monedas de plata, a espaldas del Sol y de la Edad? ¿Me dejas jugar contigo a que siempre fuimos Tarzán y Jane, sin lianas, sin selvas, sin Chitas, sin cocodrilos ni leones ni elefantes, madre, sin miedos...: solo un mundo entero verde y azul de menta y regaliz, de lagartijas y gatitos, para que tú y yo, madre, podamos seguir trabajando juntas nuestra primorosa calceta entre dumbos que ensayan malabares circenses y azucarillos que se deshacen en el almÃbar de la felicidad?
Oh, oh, oh. ¿Lo hacemos, madre, lo hacemos? Posible será, madre mÃa de mi alma, que ya me voy desdibujando, que ya no tengo rostro, y mis manos se van ya diluyendo en la memoria infinita (que nada recuerda y a nadie le importa) del no ser porsiemprejamás. ¿Será posible, madre, vislumbrar por fin un cielo sin Sol donde solo haya azul, un tiempo sin Edad donde ser definitivamente después de casi no haber nunca sido? ¿Será posible?
Ana Rosa M. Portillo
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