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Stay woke

El movimiento woke nació en EEUU en los años 30 para designar la ideología de todos aquellos que habían tomado conciencia de las desigualdades raciales. Significa 'despierta' y sus postulados han impregnado progresivamente muchos de los movimientos sociales de izquierda del último siglo: el Mee too, el Black Lives Matter, la fuerza del colectivo LGTBIQ+o los Fridays for Future de Greta Thumberg, entre otros muchos. Sus posicionamientos fueron asumidos en España por el Movimiento 15-M y asimilados políticamente por Podemos, actualmente, creo, Unidas Podemos.


Algunos de sus planteamientos han generado posturas radicales: el veto a ciertos libros por sus contenidos racistas –como La cabaña del Tío Tom, que yo leí con deleite en mi adolescencia–, el derribo de estatuas y la crítica a la labor de los conquistadores y misioneros del Nuevo Mundo, como la del franciscano Fray Junípero Serra y, en general, una cultura de la cancelación de todo aquello que, generalmente descontextualizado, no coincide con el pensamiento woke. En definitiva, otra forma de apropiarse de la verdad, otra variante del dogmatismo, de lo políticamente correcto, que olvida que la tolerancia es el principio de la sabiduría. Este radicalismo ha sido aprovechado por los sectores más reaccionarios –léase VOX– para mofarse del movimiento y reivindicar nuestras esencias patrias como única fuente de verdad, orden y bienestar. Si es por ellos, volvíamos a la Enciclopedia Álvarez, al catecismo del Padre Astete y a la bendecida tutela sociosexual de la Sección Femenina.


Pero en el día a día es más difícil ser paseante solitario que oveja, pastor o perro guardián. Ser un mero espectador es un lujo que muchos no nos podemos permitir: el liberado sindical que ha hecho de su liberación un modus vivendi, el funcionario que es el engranaje de un mecanismo que vomita basura educativa o administrativa, el médico más pendiente de las guardias, de las listas de espera y del papeleo que del paciente, el policía que ve una y otra vez que la justicia no es igual para todos, el inmigrante sin papeles que pide en la puerta del Mercadona mientras aprende español en las aulas de la Cruz Roja, el trabajador que traga con horas extras impagadas, el autónomo a quien han subido todos los costes pero que no puede repercutirlos en los presupuestos. Muchos de nosotros estamos despiertos y somos conscientes de nuestra condición de ovejas, pero nos amodorramos, buscamos la sombra de una encina, y nos dejamos llevar por el nuevo totalitarismo digital controlado por las Multinacionales, consentido por los Estados y asumido, a pesar de las fachadas buenistas, por los sindicatos, las ONGs y otras organizaciones sociales. Las ovejas, como las vacas, nos quedamos mirando al AVE del neoliberalismo sin darnos cuenta de que detrás llega el tren de carga para llevarnos al matadero. Cerramos los ojos, porque estamos de fiestas, es veranito y hasta igual nos vamos de vacaciones, y aquí inflación y después deudas, o lo que nos toque o les toque a nuestros hijos.


Ya decía Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares: «Tras el vivir y el soñar está lo que más importa: despertar». Nihil novum sub sole, pero es necesario recordar la verdad, como la Historia, para que no se olvide.


El socio n.º 3


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