Cuando yo era pequeñita, había una canción que cantaba a un barco que se llamaba "Libertad"... Yo le pregunté a mi madre que dónde estaba atracado, que dónde se cogía.
Mi madre, perpleja, siguió a lo suyo: fregando los platos.
Cuando yo no había nacido, oía a los hombres envidiar a los pájaros, porque volaban, y volar significaba romper ataduras, conseguir la liberad... Después yo nací y crecí un poco, y le pregunté a mi padre que para qué querían aquellos hombres volar, si no tenían alas, si no tenían un pico de lanza para rasgar el cielo, si no tenían pies disjuntos con tres uñas para aterrizar. Mi padre, perplejo, siguió a lo suyo: recogiendo lechugas.
Ahora ya soy mayor y sé que los barcos, o son grandes jaulas de turistas hacinados (aunque ahítos de prebendas), o son largos peces oscuros bajo el agua –vidas imposibles– asfixiados, sin siquiera poder vislumbrar el sol.
Hoy, que ya soy mayorcita, he aprendido que esos presuntos pájaros que envidiaban mis antepasados solo son hojalatas inmensas que, tras cicatrizar el cielo y romper las nubes, te permiten aterrizar en cualquier lugar del mundo, para rellenar una estampita más en el álbum del mapamundi, para justificar que han alcanzado eso que ellos llaman "libertad", léase 'vida'.
Pues yo nunca he sido (ni seré) ni barco ni pez; ni pájaro ni avión. Me conformo con permitirme un pequeño espacio de tiempo asomada a la ventana, mientras contemplo los adoquines del suelo heridos por miles de pisadas, soñando con la luminosidad de un Monumento cualquiera que unos hombres erigieron una vez.
Mi problema, a estas alturas del "poema" no consiste en que yo sí haya alcanzado ya la "libertad", tras tan "perogrullas" reflexiones; mi problema reside en que las personas que me importan no me entienden, y me veo atada a una nueva esclavitud: entenderlas yo a ellas y volver a naufragar en la vorágine del tan odiado mapamundi.
Ese barquito que se llamaba "Libertad" hoy es una enorme barcaza cargada de ponzoña.

AnRos
Un texto a medio camino entre la prosa poética y la narrativa confesional que refleja un cierto cansancio de la autora a estas alturas del poema. Es un poema desalentado, sin versos y sin la fuerza que genera la condensación lírica. El poema , en cualquier caso, refleja la libertad creativa de la poeta para diluir y abandonar el género en mitad del texto para adoptar un tono adulto que contrasta con las fantasías de la niñez. El problema ya no es esa romántica libertad -la libertad del pájaro, del barco y del avión -, sino la libertad con y en el otro. Ahora, ella es su padre y su madre, ella también lava los platos y recoge las lechugas;…