Este invierno me está dejando un cierto mal sabor de boca.
Siguiendo una norma no escrita sobre fotografía y montaña he tratado de publicar en los perfiles de redes sociales el mejor “producto de temporada”: buenas nevadas y cascadas en abundancia.
He encontrado buenas nevadas lejos de la ciudad, en la cercana sierra de la Demanda y en montes que no lo están tanto, en las Merindades al norte de la provincia.
Pero esas cascadas, cada vez más populares, en su mayoría estacionales, se están haciendo de rogar. Sin duda ha caído poca agua o a destiempo; los acuíferos tienen que recuperarse y empezar a brotar por hermosos manantiales.
Después de visitar en dos ocasiones durante el invierno las conocidas Pisas, unas cascadas cercanas a Soncillo, hoy he pensado viajar hacia el sur. Me acordé de que cerca de Quintanilla del Coco, entre Lerma y Santo Domingo de Silos hay un pequeño paraje especial.
No madrugo en exceso y al llegar a Lerma me encuentro con una espesa niebla que me proporciona unas estupendas fotografías a la orilla del río junto al puente medieval. Unos minutos después ésta se levanta descubriendo una gélida y bonita mañana. Aquí podéis ver alguna de ellas. Continúo el camino ya en dirección a Santo Domingo de Silos. Mientras conduzco por las primeras rectas, voy recordando el triste incendio que asoló parte del estupendo sabinar (encinas y robles) que rodea Quintanilla. Cruzo pequeñas localidades como Solarana o Nebreda. Paso cerca de Villoviado o Rabé de los Escuderos que ya visité en otras ocasiones para caminar por la ruta del Cura Merino o fotografiar los atardeceres en los campos de lavandas en flor.
Tras un pequeño puerto la carretera desciende hasta el pueblo de mi destino; éste se encuentra a la izquierda mientras que a la derecha una señal me invita a seguir una pista sin asfaltar con buen firme, primero hasta la ermita de Nuestra Señora de las Naves, cuyo interior no he tenido el gusto de visitar, después casi hasta el mismo paraje del Churrión.
Este bonito rincón protegido contra los excesos por su interesante colonia de buitres está surcado por una senda que circula por la chopera hasta llegar a la pequeña cascada. Ésta se descuelga de una estrecha garganta que cruza los roquedos desde el cercano pueblo de Tejada. En ella se puede ver también, junto al arroyo y subiendo por una pronunciada pedrera, una “senda” que llaman «de los moros». De ninguna manera se puede transitar pues por sus escasas dimensiones, más parece una canalización de agua tal vez vinculada a una cercana ciudad romana.
El tiempo pasa y ya no dispongo de más, me voy satisfecho con el pequeño reportaje fotográfico que no llegará al centenar de imágenes tomadas del que os presento algunas de ellas, que espero sean de vuestro agrado.
Todavía apuré unos minutos entre las cenizas del bosque calcinado en el que pude sacar alguna imagen especial. Que os parece ésta.
Juan Carlos Martín Tamayo
Bonito y sencillo este pequeño reportaje. Subyuga. Hay que ver qué cosas tan hermosas y accesibles tenemos en nuestro entorno, y qué ignorantes y pasivos somos para descubrirlas y saborearlas. Gracias por mostrarnos y explicarnos estás pequeñas delicias.
Da envidia ese tiempo tranquilo dedicado a mirar con calma esos paisajes tan cercanos y hermosos. Mientras, nos ofrecen viajes menos atractivos a la otra punta del mundo. Maravillosas fotografías a media hora de coche. Me ha llamado la atención lo de la posible canalización romana... Un texto y unas fotos, desde la gris ciudad, relajantes y sanadoras, como una buena conversacion.
Bonito reportaje sobre una ruta que se localiza en nuestra provincia, cercana a la capital y que parece accesible a todos los caminantes. Espero que nos sigas trayendo nuevos parajes