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AnRos

Yo cuido tus ojos azules

Yo cuido tus ojos azules

y te los pinto cada día un poquito

más de azul.

Es para que veas el cielo

mientras miras hacia abajo,

para que sientas que existe el infinito

por encima de tus párpados.


Yo, todos los días,

le robo al cielo una tacita de luna

–cuando empieza a amanecer–

con su color perezoso aún,

tan leve, ay, tan mar de aurora.


Y te pinto, y te pinto otra vez el iris

de más azul,

para que entiendas que no es importante

ver,

sí rozar el cielo de igual a igual.


Yo cuido todos los días tus azules ojos:

recojo sus legañas

con mis manos

limpias;

lamo sus lágrimas

con mis labios

secos;

introduzco mis dedos

en sus oquedades

negras,

vacías ya tras tanto tránsito:

saco las bolas azules y

les doy un toque de brillo añil

con mi aliento renovado...


Delicadamente,

te los introduzco

–los ojos, sí,

ya llama que agoniza–

de nuevo en las órbitas;

los beso uno a uno, trémula;

me alejo solo un poquito para ver

que tú sigues sin mirarme,

sin entender mis dedos ni mi lengua,

sin sentir que soy yo

quien cada noche

te pinta los ojos de azul

para que mañana puedas intuir

el cielo.


¿Será que, por no ver, eres más, sabes más,

sientes todo lo que oculta la sombra de tus

ciegos ojos,

y me estás enseñando a mí a mirar

de otra manera,

a sentir

de otra manera,

a verme

ciega

antes que tú

ya?


¿O será que no hay luz ni oscuridad,

que el cielo es azul porque se lo inventó

un delfín,

que tus ojos son azules porque yo

me empeñé

en alcanzar el cielo

antes de tiempo?

¿Será que no existen los ojos

ni los colores

ni los azules;

ni tus ojos

ni mis labios

ni mis manos

ni mis argucias para devolverte el ver?


Mientras tanto, no temas, amor,

yo seguiré cuidando tus azules ojos.


Ojos azules
Fuente: Ojos azules

AnRos

1 comentario

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Guest
Nov 16

El mirar del otro da sentido a la vida del observado, del ser querido. Por eso aquel, el otro, se desvive por él, quien parece indiferente a esa minuciosa labor. O quizás no, quizás su aparente no saber sea su forma de estar en el mundo. Si es que hay un cielo, un mundo, un tú al que aferrarse.

  La imagen del pintar los ojos del otro estructura el poema. El proceso se describe con preciosos detalles -una tacita de luna del color perezoso del mar de la aurora -; ella limpia y abrillanta esos ojos como si fueran dos joyas; él parece un maniquí que no siente el amor que su cuidadora pone en su tarea diaria. Ella espera poder…

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