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Revista BuCLE

Cómo realizar un herbario

Lo prometido es deuda. Por ello, tal y como mencioné en mi primer artículo (El ojo vegetal), en esta ocasión os describiré el proceso que hice en su día para la elaboración de mis herbarios. Me gustaría comenzar argumentado los motivos por los que un estudiante de biología decidiría hacer uno: por un genuino interés por conocer de primera mano el mundo vegetal y ampliar conocimientos del mismo; y porque algún veterano le hubiese aconsejado que con la realización de esta actividad adquiriría pericia en la manipulación e identificación de ejemplares a fin de superar más fácilmente la asignatura o, finalmente, una combinación de las dos: aprender y aprobar.

Campo de amapolas. Fuente: Pixabay. Autor: Dani Géza

Dicho esto, y antes que nada, es preciso definir qué es un herbario. Se trata de una colección de plantas (hojas y flores normalmente) que han sido secadas y prensadas para su conservación y estudio. Previamente a mi etapa universitaria los herbarios a los que había tenido acceso eran modestos y sencillos, realizados por mero hobby. Una vez en la facultad, pude ver el verdadero potencial educativo de este elemento que se me antojaba muy sencillo al principio, pero que tiene un delicado proceso detrás con el fin de que la preservación de las plantas sea la mejor posible.

Pliego de manzano. Fuente: fotografía realizada por Daniel Gallego Ortúñez (2023)

El primer paso sería la recolección de muestras. A lo largo del cuatrimestre en el que se impartía la asignatura de fanerogamia se llevaban a cabo unas pocas salidas a distintas partes de los Arribes del Duero, zona natural situada al oeste de la provincia de Salamanca y que en primavera se torna en un arcoíris fastuoso debido a la inmensa variedad floral que se presenta en todo su esplendor. Nunca antes me había percatado de que la naturaleza pudiese tener un abanico de colores mucho más amplio que el verde. Los discentes nos distribuíamos en pequeños grupos, cada uno de los cuales estaba dirigido por un profesor y nos dispersábamos por los prados, bosques y colinas. Cuando el experto en cuestión encontraba un lugar idóneo, nos congregábamos a su alrededor a escuchar, anotar toda la información posible, hacer fotos y, antes de reanudar la marcha hasta la siguiente parada, recolectar ejemplares para los futuros herbarios. Un pequeño cuaderno y una bolsa fueron mis compañeros inseparables en esas mañanas y tardes vernales. Como dato adicional, todos sabíamos que en el examen tendríamos que identificar algunas plantas presentes en dichas salidas y sesiones de laboratorio, pero no existía un listado oficial sobre cuáles o cuántas serían las especies. Por ello, la estrategia que llevábamos a cabo era repartirnos entre los profesores, puesto que cada uno al final tenía su propio criterio personal sobre qué especies ver en el día, y al finalizar la jornada de campo, poníamos en común todas las vistas. De esta forma nos asegurábamos tener información de un máximo número posible de especies.

Pliego de malva común. Fuente: fotografía realizada por Daniel Gallego Ortúñez (2023)

Una vez con la bolsa llena a rebosar de plantas, el siguiente paso consistía en hacerse con un montón de periódicos. A continuación, se disponían unas pocas plantas dentro de un par de hojas de periódico y se colocaba la mayor cantidad de peso disponible encima (libros y cuadernos en mi caso). Antes de dejarlas prensarse, había que hacer una breve examinación para retirar los visitantes inesperados que nos hubiéramos traído como polizones. Tales como arañas, hormigas o dermápteros (los insectos conocidos vulgarmente como «tijeretas»). Estos pliegos tenían doble función de prensar y secar las plantas. Sin embargo, para que las plantas no se pudriesen por la humedad, era estrictamente necesario cambiar las hojas de periódico cada pocos días. Una vez pasadas unas dos semanas prensándose (el suelo de mi habitación estuvo ocupado por montones de pliegos casi todo el cuatrimestre), las plantas habían quedado secas y listas para conservarse y si se había tenido un poquito de suerte, parte de la pigmentación de las flores no habría desaparecido.

A partir de este punto, ya dependía de cada uno la forma en la que conservase sus plantas o la información que anotase para cada una. Yo opté por adquirir una gran cantidad de fundas multitaladro (los plásticos de anillas para archivadores), folios y celo para poder elaborar fichas individuales de cada especie. En el folio escribía el nombre científico (indispensable para cualquier herbario que se precie) y el nombre vernáculo. Los herbarios más completos podían incluir información adicional como, por ejemplo, la ubicación donde había sido recolectada. A continuación, deslizaba cuidadosamente en una funda el folio y los especímenes correspondientes (al estar secos, obviamente su fragilidad era mayor) y, como colofón final, sellaba la parte superior con celo para protegerla de los agentes externos.

Pliego de cantueso (también conocido como lavanda). Fuente: fotografía realizada por Daniel Gallego Ortúñez (2023)

Para finalizar, guardé todas las fundas en orden alfabético en archivadores. De este modo, las futuras consultas que hiciese antes del examen para repasar y después del mismo para rememorar toda la experiencia podrían hacerse de manera sencilla y cómoda.


A día de hoy, salvo un par de plantas cuya humedad no se eliminó correctamente y acabaron invadidas por moho, el resto de mis ejemplares han perdurado con el paso del tiempo en unas condiciones que reconocieron y sanamente envidiaron algunos de mis colegas.


Daniel Gallego Ortúñez

7 comentarios

7 comentarios


Invitado
18 nov 2023

Veo ahora el artículo y me ha encantado. Echo en falta en Burgos un grupo de aficionados a la botánica...

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Invitado
08 jun 2023

Muy didáctico este artículo, Daniel. No parece difícil crearse uno mismo su propio herbario, aunque requiere algo de paciencia y mucha meticulosidad... Una buena actividad para tantos jubilados desocupados también: entretenida, creativa y no demasiado cara, ¿verdad?

Otro día nos deleitas con otro regalo

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Invitado
08 jun 2023

Un artículo didáctico, interesante y entretenido. Las fotografías que lo ilustran son muy acertadas. Me ha hecho recordar aquellas cartulinas con hojas de diferentes especies que hice de niño en el colegio y ha despertado aquel interés por el sorprendente mundo de las plantas. Por cierto, en el taco del calendario he leído que se ha demostrado que las flores tienen sentidos como el oído y el tacto. Ahí lo dejo, por si Daniel nos quiere ilustrar en un próximo artículo.

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Invitado
08 jun 2023

Me gusta mucho la forma en qeu lo escribes y "describes". Hace tener ganas de seguir leyendo con interés, no hay paja, vas al grano y con descripción presica y suficiente. Felicidades!!!!

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Invitado
08 jun 2023

Me encanta tu sección, tú estilo sencillo y ameno me facilita la lectura de temas científicos que probablemente no me interesarían de otra manera. Sugiero que sean algo más extensos ya que me quedo con ganas de leer más.

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